Conferencia P. Félix Martínez “PREVENCIÓN DE LA VIOLENCIA EN LA FAMILIA”

 

“Prevención de la violencia en la familia”, ha sido el título de la nueva conferencia del ciclo “El último martes, con los primeros”, impartida por D. Félix Martínez Ortega, vicario parroquial de Nuestra Madre del Dolor, que ha tenido lugar este 26 de marzo y que ha sido organizada por la Parroquia Nuestra Madre del Dolor y el Colegio Fundación Caldeiro de Madrid, y a la que asistieron 80 personas.

El P. Elkin presentó al ponente P. Félix Martínez Ortega. Además de cursar los estudios eclesiásticos, es educador social, animador socio cultural y director de Tiempo Libre. Desde que profesó como religioso amigoniano, su vida ha estado ligada a la misión propia de la Congregación: 8 años en Godella como educador en la Colonia San Vicente Ferrer, 27 en Torrelavega como educador y director en la Casa de los Muchachos y el SOAM, y los últimos 3 años en nuestra Parroquia y Colegio y como capellán en dos centros de menores de la Comunidad de Madrid, El Laurel y El Lavadero, donde se atiende a menores con medidas judiciales en medio cerrado y semiabierto. El tema de menores en conflicto es de especial interés para él, porque a ellos ha dedicado su vida durante casi 40 años.

Félix también hace su propia presentación, quiere que la charla sea experiencial, recuerda los adolescentes que ha acompañado y manifiesta especial interés por su intervención en los programas que atiende en la actualidad, refiriendo casos prácticos y relatando diferentes anécdotas ilustrativas.

El ponente inició la charla respondiendo a la pregunta: ¿qué es educar? Es preparar al niño para vivir en sociedad, dijo. Es un proceso de mutuo acompañamiento, del educador y del educando, y en el camino hay que saber reforzar conductas y extinguir comportamientos, y supone mantener siempre el principio del sentido común y de la realidad. Supone además todo un proceso de desarrollo adecuado de las emociones en la construcción de su propia identidad y proyecto personal. Es hacer que cada persona alcance la plenitud de sus posibilidades. Es, sobre todo, educar desde el ser, educar en el sentido de la vida, encontrar el para qué dar la vida.

A continuación, nos habló de las manifestaciones de la violencia en la adolescencia. Entendemos por violencia cualquier tipo de imposición de la voluntad de unos sobre otros ejerciendo la fuerza verbal, psicológica o física. La violencia en sí misma no es un bien y jamás puede ser deseada, sus consecuencias son terribles y es expresión del fracaso de no haber podido resolver un conflicto de forma pacífica y racional. La violencia lleva a la destrucción y engendra siempre violencia: violencia de género entre adolescentes, violencia filio-parental, autolesiones y suicidio, violencia de bandas, acoso y violencia escolar, racismo entre adolescentes, acoso y violencia a través de las nuevas tecnologías.

Habló también de la adquisición del comportamiento violento. Puede venir de modelos referenciales de la propia familia y de la educación, de los medios, como la televisión, el cine o los juegos, de internet o las redes sociales, del grupo de iguales o de la sociedad competitiva y consumista.

Seguidamente, Félix expuso los factores que influyen en la conducta violenta. Las causas y el origen de la conducta violenta tienen raíces emocionales, sociales, familiares, en la identidad cultural, en la desigualdad de género o en la salud mental. Por eso es muy importante saber si existen lesiones mentales o trastornos de personalidad, tener en cuenta el barrio y los amigos, o descubrir si en la familia ha habido incongruencia, inconsistencia o modelos de crianzas equivocados. La violencia en el fondo es una grave carencia de orientación antropológica. La dignidad de la persona se ve resentida y dañada, ya que los valores que nos dignifican y construyen como personas han perdido su importancia, pasando a un segundo plano. La violencia es un fenómeno social no aislado y tiene interconexiones. Las violencias provienen de situaciones multicausales, que requieren abordajes multidisciplinares.

Finalmente, nos habló de las líneas de educación familiar. La familia es el pilar de una sociedad, la Iglesia doméstica y la comunidad de amor donde nacemos y crecemos, aprendemos a ser y a vivir, convivimos y nos relacionamos, el hogar donde se nos quiere y educa. Los niños, niñas y adolescentes, especialmente los más vulnerables, necesitan que les ayudemos a construir proyectos vitales y afectivos personalizados, que contribuyan a un crecimiento y desarrollo integral de la persona desde sus primeros años de vida. Todos ellos reproducen los esquemas familiares aprendidos a la hora de establecer relaciones con otras personas. Por ello, en el proceso de crecimiento y socialización de los niños y niñas, se necesita del diálogo y la tolerancia, de saber expresar y recibir sentimientos, desarrollar habilidades sociales y saber razonar, de respetar las normas y conocer los límites, de aplicar los refuerzos adecuados y saber cómo extinguir las conductas inapropiadas, de transmitir valores que nos dignifican, de ser testigos personales y de estar abiertos a la espiritualidad.

Se hace necesario la labor de prevención en la familia y la escuela y la sociedad. Es importante tener en cuenta que “cuando un adolescente no es amado, o no se siente amado, puede nacer en él la violencia”, y que “detrás de tantas formas de odio social y de vandalismo hay, con frecuencia, un corazón que no ha sido reconocido”. Se trataría de fortalecer las capacidades, las relaciones afectivas y el equilibrio intrafamiliar, como vía para prevenir las conductas violentas en el futuro, en cualquiera de sus expresiones. Un llamamiento a padres y educadores y a los agentes sociales a la sensibilización y al compromiso activo, en favor de la Infancia y Adolescencia, en especial a los que se encuentran en situación de vulnerabilidad o riesgo de exclusión.

El P. Félix terminó la charla con la lectura de la Carta de un hijo a todos los padres del mundo.

Carlos Sagardoy Azagra

 

  • “No me des todo lo que te pida. A veces sólo pido para ver hasta cuánto puedo tomar.
  • No me grites. Te respeto menos cuando lo haces, y me enseñas a gritar a mí también, y yo no quiero hacerlo.
  • No des siempre órdenes. Si en vez de órdenes, a veces me pidieras las cosas, yo lo haría más rápido y con más gusto.
  • Cumple las promesas, buenas o malas. Si me prometes un premio dámelo; pero también si es castigo.
  • No me compares con nadie, especialmente con mi hermano o hermana. Si tú me calificas mejor que los demás, alguien va a sufrir; y sí me calificas peor que los demás, seré yo quien sufra.
  • No cambies de opinión tan a menudo sobre lo que debo hacer; decídete y mantén esa decisión.
  • Déjame valerme por mí mismo. Si tú haces todo por mí, yo nunca podré aprender.

No digas mentiras delante de mí, ni me pidas que las diga por ti, aunque sea para sacarte de un apuro. Me haces sentir mal y perder la fe en lo que me dices.

  • Cuando estés equivocado en algo admítelo y crecerá la opinión que yo tengo de ti. Y me enseñarás a admitir mis equivocaciones también.
  • Trátame con la misma amabilidad y cordialidad con que tratas a tus amigos; ya que porque seamos familia eso no quiere decir que no nos tratemos amablemente.
  • No me digas que haga una cosa y tú no la haces. Yo aprenderé y haré siempre lo que tú hagas, aunque no lo digas; pero nunca haré lo que tú digas y no hagas.
  • Cuando te cuente un problema mío no me digas “No tengo tiempo para tonterías” o “eso no tiene importancia”.
  • Trata de comprenderme y ayudarme.
  • Y quiéreme y dímelo. A mí me gusta oírtelo decir, aunque tú no lo creas necesario decírmelo.
  • Abrázame, necesito sentirte mi papa, mama, amigo, mi compañero a toda hora.”

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